RESTAURACIÓN FORESTAL, PERTURBACIONES AMBIENTALES

Nuestros bosques a menudo sufren los efectos de diferentes perturbaciones o desastres naturales, los más frecuentes y conocidos son los incendios forestales y los tornados o esclafits, aunque también hay otros: inundaciones, explosiones de plagas forestales, daños por temporales de nieve, etc. La administración forestal tiene la facultad para restaurar los daños ocasionados por incendios forestales u otros desastres naturales, cuando sea necesario por cuestiones de seguridad, dimensión de la superficie afectada, riesgos graves por procesos erosivos o impacto ambiental o paisajístico, dentro de terrenos públicos o privados . 

Estas perturbaciones generan en un primer momento situaciones de riesgo para las personas o bienes (tendidos eléctricos, viviendas, y otras infraestructuras), que obviamente son las que primero hay que atender. Pero una vez cubierta la gestión inmediata de la emergencia, conviene focalizar la atención en las situaciones de riesgo que se pueden generar en el entorno forestal a corto y medio plazo, y que pueden generar una vulnerabilidad tal que comporte la degradación irreversible de los bosques afectados. Estas zonas de mayor vulnerabilidad son las que conviene detectar y evaluar, y son donde se centran las actuaciones prioritarias de restauración.

Una vez garantizada la seguridad de las personas y sus bienes, la prioridad es la conservación del suelo: sin suelo, no hay regeneración posible.

Por ejemplo, si sobre una zona concreta (con pendiente muy pronunciada y afectada en verano por un incendio forestal de elevada severidad), en octubre llueve de manera muy intensa, la falta de cubierta vegetal puede provocar que la pérdida de suelo por erosión hídrica degrade sensiblemente el suelo y, por tanto, que se dificulte la regeneración vegetal de la zona. Por lo tanto conviene llevar a cabo actuaciones destinadas a maximizar la conservación del suelo (fajinas, mulching, etc.) y evaluar la necesidad de reforestación. 

 

O en el caso de un tornado, en el que parte de la vegetación sí ha sobrevivido, en determinados puntos estratégicos es interesante procesar o retirar toda o parte de la madera afectada, para evitar así que se genere una acumulación de combustible tal que los veranos siguientes pueda dar lugar a incendios más intensos que terminen afectando la vegetación que no se había visto afectada por la perturbación inicial. Después de una perturbación, reforestar es restaurar, pero restaurar no implica siempre reforestar: conviene dar una oportunidad al ecosistema para poderse recuperar, mediante una evaluación del estado de la regeneración natural. 

Es decir, se trata de restaurar zonas afectadas para minimizar el impacto de la perturbación y, al mismo tiempo, de aprovechar la oportunidad para generar unos bosques más resilientes a las perturbaciones más frecuentes en nuestras Islas.

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