Dentro del ámbito mediterráneo, el fuego es uno de los principales elementos perturbadores en términos de superficie forestal afectada. Se trata de un elemento natural que siempre ha convivido con el paisaje forestal que conocemos, mucho antes de la llegada del hombre a las islas. Aun así, su régimen ha sido alterado y favorecido a lo largo de los milenios por nosotros mismos, tanto como herramienta de gestión (por la apertura de espacios para la caza, generación de pastos, etc.) como por acontecimientos ocasionados por negligencias, causas accidentales o intencionalidades. 

La vegetación que forma los ecosistemas forestales mediterráneos está integrada por un importante conjunto de especies, tanto arbóreas, como arbustivas y herbáceas que están adaptadas a las perturbaciones causadas por incendios forestales. Lo están en términos de estrategia reproductiva y en cuanto al establecimiento de ecosistemas post-incendio pioneros, los cuales en toda su sucesión conforman paisajes resilientes en cuanto a su tolerancia a un determinado régimen de incendios. Por todo esto, gracias a nuestros pinares, matorrales o pastos de càrritx, tenemos ecosistemas que a menudo, después de un incendio, regeneran de forma natural a medio o largo plazo.

En este sentido, la elevada acumulación de combustible forestal disponible para quemar que se ha ido acumulando durante las últimas décadas a causa del abandono agrícola, ha generado paisajes con mucha continuidad espacial, tanto horizontal como vertical. Tener un incendio forestal con estas condiciones del combustible, cuando este coincide con una meteorología especialmente desfavorable y con una realidad orográfica compleja, es el factor que dispara que pueda ocurrir un gran incendio forestal fuera de capacidad de extinción (ex: incendio forestal de Andratx y Estellencs del 2013).

Por todo esto, resulta conveniente integrar el uso del fuego en las herramientas para gestionar el paisaje dentro de las estrategias de prevención de incendios. Así como usamos herramientas manuales, maquinaria o animales para la ejecución de fajas auxiliares, cortafuegos, recuperaciones de cultivo, establecimientos de puntos estratégicos de gestión, etc, es indispensable también incluir el fuego técnico para la consecución de estos mismos objetivos. 

El fuego técnico o prescrito busca la obtención de infraestructuras defensivas de baja carga de combustible a partir de la quema de vegetación en un lugar planificado, siempre por personal especializado del operativo, bajo una ventana meteorológica muy determinada (viento, humedad, temperatura, etc.), con conocimiento de todos los implicados (gestores, propietarios, espacio natural, etc.), etc.

Es esta herramienta la que nos puede permitir llegar a gestionar una mayor superficie forestal planificada previamente, de forma más eficiente, por un elemento totalmente natural y a través de fuego dirigido de baja intensidad.